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Slow Market, un punto de encuentro bio

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Si la vida te da limones, haz limonada. Algo así debió sentir Arancha cuando se encontró con dos factores que le obligaron a cambiar radicalmente su estilo de vida: por un lado una enfermedad autoinmune, y por otro un despido que le abre la puerta a un nuevo rumbo profesional. Por necesidad instauró en su casa un consumo libre de tóxicos tanto en alimentación como en cosmética, y por gusto decidió hacer de ello su modo de ganarse la vida y compartirlo con los demás para aportar su granito de arena por un mundo más sostenible. Así se originó Slow Market, un pequeño proyecto de emprendimiento personal de Arancha al que enseguida se unió Olga. Dos mamás del cole, como nos cuenta Arancha, que se lanzan con este proyecto tan innovador como prometedor.

Slow Market es un nuevo concepto de negocio que abrió sus puertas a finales de 2017 en uno de los barrios más dinámicos y turísticos de Madrid, La Latina. Es un barrio especial por su continuo movimiento y la gran actividad social del vecindario, incluso en domingo a causa del famoso mercadillo semanal El Rastro. Por ese motivo Slow Market se presenta como un lugar de encuentro que encaja con el perfil de sus convecinos y que responde a las necesidades de un consumo responsable muy en auge en la zona. Un negocio especial en un barrio especial.

Para entender la filosofía de Slow Market debemos partir del movimiento Slow Life, “un movimiento que reivindica protección, respeto, concienciación y disfrute del entorno... Es una alternativa, una invitación a tomar las riendas de tu ritmo de vida y a hacerla más sostenible”, según manifiestan en su propia web. Para Arancha y Olga esta es la piedra angular que ha marcado cada paso del proyecto, y por la cual se rigen para tomar cualquier decisión al respecto, desde nuevas actividades que ofrecer a sus clientes como marcas con las que trabajar o mensajes que comunicar.

Como comercio, Slow Market se declara comprometido a fomentar el producto local, ecológico y artesanal que pertenezca además a un proyecto sostenible. Todos los productos que ofrece en su tienda son nacionales, y cuanto más cercanos mejor. No trabajan con marcas internacionales, con marcas que trabajen con envases plásticos o que realicen prácticas de maltrato animal para obtener su producto. Para ser vendido en Slow Market un producto debe ser de proximidad, sostenible y de calidad. Un perfil que MATARRANIA cumple al 100%, y por eso está teniendo muy buena acogida entre su clientela, nos indica Arancha.

Pensando precisamente en sus clientes, Slow Market ha querido marcar la diferencia desde un principio, siendo algo más que una tienda o un comercio ecológico. En poco más de dos meses desde la inauguración, se han sucedido continuas actividades culturales y de ocio que responden a su filosofía slow life y que han tenido gran acogida en el vecindario, como clases de yoga, meditación, reiki, experiencias gastronómicas, talleres... El consumidor bio ya demanda algo más que la compra de un producto, busca una comunidad, una experiencia global de consumo y ocio sostenible. Como Slow Market, un punto de encuentro para amantes de lo bio y de la slow life: “Desacelera y tómate las cosas con calma para disfrutar los buenos momentos de tu vida. Cambia tu actitud, intenta llevar una vida plena y relajada”.

Slow Market se encuentra en la calle La Ruda, 8 – 28005 Madrid

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